Esta era mi familia un año exacto antes de mi nacimiento. Abuela Celine, abuelo George, papá Kjell, tía Betty y hermanito Geo.
Esta historia se desencadena al inicio del 1962 con la trágica muerte de mi papá. Le siguen mi abuelo mi hermanito y mi abuela. Mi tía vivía fuera del país.
Hace unos días hice desenterrar sus restos, para convertirlos en cenizas , reunirlos a todos y depositarlas en un lugar sagrado.
Y de todas los dolores vividos por su pérdida temprana y mi soledad , este es un dolor que me atenaza el pecho y necesita convertirse en palabras para salir de una vez.
Cuentan que nací apretando las mandíbulas ,lo que le hacía sangrar los pechos a mi pobre madre que apenas lograba amamantar .
Por supuesto que crecí ignorando la sórdida historia. 55 años después encontré todas las explicaciones. Mis dos familias se habían peleado . Peleado como ocurre en los novelones más oscuros.
Porque mi papá había muerto en un accidente provocado por el hermano de mi mamá. Y se lo trajeron a mi abuela entrada la noche y se lo dejaron a ella, que lo veló sola a la luz de las velas que encontró en la casa. Porque no quisieron acompañarla en las oraciones y rituales y tuvieron el descaro de culparlo de su propia muerte. Tengo las cartas de mis dos abuelos contando la historia. Si algo se le puede agregar al dolor de la muerte de un hijo a los 29 años es la falta de compasión, la incomprensión , la frialdad . Mis abuelos no culparon a mi tío por el accidente, si cuentan sobre la imprudencia, la velocidad, la falta de experiencia. Pero no lo culpan. Aunque estuvo preso por el hecho de haber sido menor de edad en ese momento.
Mi abuelo murió de pena a los pocos meses. A los 64 años.
Y mi hermanito ,que había nacido con una enfermedad cardíaca, murió a los 6 años de edad , cuando yo tenía 3.
Un tiempo antes de su muerte el abuelo George llevó a mi otro abuelo a dar un paseo por el campo y le pidió que respetaran su decisión de nunca sacarnos de la casa que mi papá había construido con sus propias manos, con un huerto de frutas y árboles geométricamente dispuestos para dar sombra a todas horas del día y proteger de los vientos. Ya intuía lo que se avecinaba.
Porque a poco de morir , y ante la inquietud de mi abuela de irse de ese lugar, se repartieron las tierras entre la legalidad y la trampa.
A los años mi tío, el mismo que causara el accidente fatal de mi padre, con varias complicidades familiares , se quedó con nuestra casa, nuestra tierra y todas nuestras posesiones.
Y hoy, ante la vista de sus huesos , me sale una rabia vieja , ancestral, una herida tan profunda que no sé si pueda describirla.
Sólo les faltó arrancarme el alma. Nos despojaron de todo, mucho más allá de lo material.
No pudieron respetar la palabra empeñada. Nos echaron . Nos robaron hasta lo último.
Y ahora, antes de dar finalmente sepultura a toda la familia que dejó Noruega para quedarse aquí, quiero que me respondan: dónde está su sombrero blanco, su tractor, su escopeta, sus discos de vinilo, sus libros . Qué hicieron con sus aparatos de diseño, sus herramientas, su camión.
Con qué artilugio legal le robaron sus vacas y sus caballos, sus acciones de la Cooperativa, los terrenos que figuran en la sucesión.
Que les van a decir a sus hijos cuando tengan que explicar el origen de su herencia...
Me duelen mis muertos. Me duele lo que perdí sin haberlo tenido nunca.
Pero me queda lo mejor. No nos extinguimos. Mis hijos siguen teniendo hijos y todavía se puede adivinar sus rasgos hermosos ,los cabellos rubios como el trigo ,los huesos fuertes y cada tanto alguno viene con sus ojos verdeazulados . Y la inteligencia y la capacidad de superar los eventos de la vida sin necesidad de pisotear a otros.
Los desenterraron bajo una tormenta. Quizás los viejos dioses del norte se dolieron también.
Aquí descansaremos en paz. Nada hay para nosotros en la tierra que dejamos atrás.
Y habrá justicia para todos. Volvimos a tener la casa que diseñó mi padre con calidad de arquitecto, con las galerías amplias que hacen circular los vientos.
La heredarán mis hijos y mis nietos. Y no se los olvidará.
La historia se titula "mi cuarto francés" porque esa era la excusa de considerarme indigna de recibir la herencia familiar. Y eso me va a llevar otro montón de años comprender, ah, porque la abuela Celine era francesa. De ahí el cuarto.
Las cosas que pasan. Las personas que matan de muchas maneras aunque no puedan matar del todo. Y los que tenemos que perdonar. Y salir de las batallas con la frente en alto aunque hayamos sido derrotados.
No logré escribir todo, seguramente lo borre y corrija varias veces.
De todos modos solo lo van a leer mis hijos. Los amo.