Inocencia lo había conseguido. Y me llamó hace un tiempo ,para preguntar como estaba, si estaba contenta de haberme mudado, y esas cosas.
Ayer sonó. La hora no indicaba que fueran las dos o tres personas que suelen llamar.
-Señora : soy la nieta de doña Inocencia. Me pidió que le avisara que la llevan al sanatorio y que está muy grave, que rece por ella porque los médicos dicen que ya no va a volver. Yo solamente llamo para cumplir con ella.
Inocencia se despide para irse con su amado, su dulce Miguel, tan bueno y compañero.
Él se fue hace unos años, por una enfermedad devastadora. Los acompañé en el trance. Aprendí que el amor sigue siendo amor, tan grande, real y fuerte cuando le toca tomar una mano enferma, calmar la fiebre, cambiar un pañal.
-Miguel: vino Helga. Y la sonrisa ,y la dulzura, y la bondad, aún cuando ya no tuviera voz. Aún cuando me paraba donde no me viera y se le caían las lágrimas,porque sabía .
Los vi rezar tomados de las manos. Los vi enfrentar la enfermedad de la misma manera.
Sin una queja, sin un reclamo. Dios lo da y Dios lo quita.
Miguel solo lloraba porque le daba trabajo a ella. Y ella sufría de dolor de espalda.
Que descansen amigos. El ejemplo de su vida se ha sembrado en cientos de personas que nunca los olvidarán. Mi abrazo desde aquí. Los quiero.
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